Cada Hermandad debe de ir afianzando en una personalidad y las cofradías del Martes Santo cada vez tienen este rasgo más acusado. Ayer quedó patente. El Víacrucis marca la nota de singularidad, cada vez más silente, de carácter más fúnebre. Ha sido un acierto, para seguir por la senda que pretende caminar esta corporación, el recuperar su muñidor para la cabeza de procesión y retirar la banda del palio colocando en su lugar una capilla, como sucede con el Señor. La Esperanza sigue fiel a su bellísima estampa con un cortejo que camina muy organizado de principio a fin. La Lanzada continúa siendo la gran promesa de la Semana Santa del Zaidín y en medio de cualquier adversidad resiste firme. Y la Cañilla persevera en cuidar los detalles, como el repertorio que acompañó a la Soledad de Santo Domingo, con una Banda del Mayor Dolor soberbia, que incluso tuvo el detalle de marcharse en ordinaria una vez concluida la procesión.
El Martes Santo, aunque con bastante frío, se pudieron cumplir los horarios programados. El gentío se congregó una vez mas en la carrera oficial y el único incidente fue la rotura de un varal del palio de los Reyes. En este sentido es el segundo accidente similar este año.
Pero todavía hay muchos detalles por mejorar, como la necesidad de un cortejo con más penitentes en la Lanzada, una mejor logística en el rezo del Víacrucis por parte del Hermandad de este título, perfilar la estética del paso de la Soledad, todavía muy lejos de la categoría artística de la talla que porta o un relanzamiento definitivo de la Esperanza, que debe estar a punto de su pretendida coronación de 2018. Tiempo al tiempo. En estas tres cofradías se trabaja con mucha ilusión.